Caso: Santo y seña
El profesor Pérez hubiera querido ser de joven detective privado o agente de la policía científica, pero acabó siendo profesor de lengua castellana de secundaria.
Un viejo conocido suyo, el comisario Fernández, requirió de los consejos del profesor para infiltrar a un agente dentro de una sociedad secreta. Captaban los neófitos a través de clubes privados, exigiendo un “santo y seña” a modo de enigma. Quien entrase allí quedaba atrapado en una secta (destructiva), que, con la excusa de los juegos de palabras, podría llevar a los individuos a la pérdida del control y al servicio del mal. Solo con un policía infiltrado podrían dar fin a aquella pesadilla.
Organizaron la fiesta y dieron publicidad en una revista cultural. Para animar a las personas, propusieron la primera seña: “ESQUIADOR”. En el club de la fiesta, un pub inglés de Barcelona, la policía había camuflado un micrófono en la puerta y escucharon estas otras contraseñas que permitieron pasar: “ARQUITECTO”, “PAQUIDERMO” y “ORQUIDIA”. Por un momento, la policía creyó que serviría simplemente con una palabra que contuviera “QUI”, pero el policía designado para infiltrarse en la fiesta cayó en el mayor de los ridículos cuando probó la palabra “EQUIDAD”.
—Pruebe con la palabra “HUMANOIDE”. De hecho, “MURCIÉLAGO” ya serviría, pero estaría muy visto— interrumpió el profesor Pérez el monólogo del comisario Fernández.
¿Sabes en qué se basan las contraseñas?
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